¿Qué hacer en Chauen? ¡Hay muchísimas opciones!
Hoy nuestra bloguera nos cuenta qué hacer en Chauen, explicando desde su experiencia cuáles son las distintas opciones que ofrecen a los viajeros esta encantadora ciudad y sus alrededores. Un lugar ideal para los amantes de la naturaleza, pero también para los enamorados de la fotografía, los colores, la tradición, la historia, la gastronomía…
El coche empieza a subir la cuesta, estoy llegando a mi destino y vuelve a invadirme la misma sensación: unas inmensas ganas de bajarme y atravesar una de las 5 puertas de la medina de Chefchaouen, adentrarme en su mágica atmósfera y perderme en sus callejones. Dejarme llevar por el laberinto de sus calles serpenteantes y ver qué nuevos rincones me esperan es mi actividad favorita en esta pequeña ciudad, por más que la visito no me canso de hacerlo. Caminar por sus callejuelas, disfrutar de la gama de azules que inundan sus paredes, el ir y venir de sus gentes, los gatos que bajo el placer de ser bañados por el sol entrecierran sus ojos, la gracia con la que la artesanía da color a las zonas más transitadas… ¡todo un espectáculo! La verdad es que, hasta hoy, no ha habido un día en el que estando en la ciudad un detalle, una escena o un espacio, no haya conseguido llamar la atención de mi cámara para grabar, más allá de la memoria, la belleza y peculiaridad de lo que observo.
Pero… ¿cuáles son los lugares más emblemáticos de la ciudad? ¡Vamos a ello!
La Medina
Como comentaba, para mi en la medina reside el mayor encanto de la ciudad. De verdad, te recomiendo perderte ¡ literalmente ! Olvídate del móvil, google Maps, o cualquier otra aplicación o mapa tradicional, toma un refrescante zumo o un poco de fruta y ¡déjate llevar! y si en algún momento no sabes donde estás… que no te importe preguntar porque el encanto de este lugar ¡también está en sus gentes!
La medina aguarda muchas sorpresas, también para los amantes de la artesanía pues, como muchas de las ciudades de Marruecos, Chauen está repleta de ella. Podréis encontrar joyas, alfombras, marroquinería, cuadros… Tampoco se olvida de los apasionados de la cocina ¡no faltan los puestos de especias!
El zoco Beldi
Emplazado en la parte baja de la ciudad se encuentra el zoco donde los locales acuden para vender sus productos. Su actividad se encuentra en auge los días de mercado que son los lunes y los jueves. En él se ponen a la venta los productos locales que traen las campesinas, conocidas como “jblias”, es decir, “mujeres de la montaña”. Estas vienen de los alrededores y se organizan bien en base a su procedencia o pertenencia a las misma tribu, clan, aldea o según su grupo familiar.
La Plaza Uta al-Hammam
En Marruecos, todas las ciudades cuentan un espacio por excelencia de la acción y la vida pública. Si en Marrakech este es la famosa plaza de Jemaa el Fna, en Chefchaouen lo es la Plaza Uta al-Hammam. Esta se encuentra rodeada de restaurantes y cafeterías que, intercaladas con alguna que otra tienda, la convierten también en una zona muy transitada por los turistas. Es precisamente en su interior donde se albergan tanto la histórica Kasbah, núcleo inicial de la ciudad, como la Gran Mezquita.
La Gran Mezquita
Conocida como El Masjid El Aadam o Jamaa El Kebir y con un peculiar minarete debido a su forma octogonal, se erige a uno de los márgenes de la plaza la Gran Mezquita de Chauen. Esta data de finales del siglo XV y es obra de Moulay Ali Ben Rachid, el fundador de la ciudad. Su finalización, primera ampliación, y la construcción de su minarete datan de 1560 y son obra de su hijo Mohamed Ben Rachid. Su estética se debe a la herencia andalusí que se manifiesta en otras ciudades del norte del país como Tetuán o Tánger.
Kasbah o Alcazaba
Contrastando con el azul de las paredes se encuentra el color tierra rojiza de la Alcazaba. Construida por Ali Ben Rachid en 1471, esta fue edificada en un momento en el que Tánger y Asillah ya habían sido tomadas por los portugueses, y se hizo no con una intención meramente defensiva, sino de fortalecerse y lanzar ataques contra ellos. Era un lugar con fines militares y contaba con espacios tanto para el emir y su familia como para soldados, súbditos y prisioneros. La Kasbah irá desarrollándose junto con la ciudad hasta llegar a ser el espacio cultural que es hoy.
Si te pica la curiosidad por 2€, es decir, 20 dírhams puedes visitarla, su horario está señalado en la entrada. Al cruzar la puerta tendrás la oportunidad de recorrer los jardines, subir a las torres de vigilancia, ver las antiguas celdas de prisioneros y entrar en el antiguo palacio, hoy un museo etnográfico en el que se exponen diversidad de muestras de objetos artísticos y culturales. Junto a esto, a la salida , pasando uno de los estanques encontrarás una galería en la que se exponen de manera temporal distintas obras de arte. Si está abierta ¡Aprovecha y date una vuelta!
El río y los lavaderos
Siguiendo la calle Al Hassan I que, junto con Rue Znika, recorre horizontalmente gran parte de la medina y el zoco, y atravesando la puerta más oriental —Bab el Onsar— se llega al río grande, un refrescante lugar en el que se puede ver como los locales disfrutan de su agua cristalina, que desciende imparable de las cascadas de Ras el Maa, ofreciendo una pintoresca imagen y abasteciendo de agua potable a la ciudad.
Aquí, en medio de la naturaleza, te animo a tomar un refresco ¡un zumito de naranja, por ejemplo! mientras metes tus pies en el agua. Y es que en este lugar en el que el agua corre inundando de paz y armonía la atmósfera, han habilitado un pequeño restaurante.
En esta zona, un poquito más arriba, se encuentran también los lavaderos, que siguen reuniendo a las mujeres locales que lavan allí sus ropas de manera tradicional.
La Mezquita española, huella de la colonización
También conocida como Jmaa Bouzafar es una de las edificaciones construida por los españoles en 1920, durante el periodo del protectorado (1912 – 1956). Con planta octogonal e inspirada en la Torre del Oro de Sevilla, sus paredes blancas se levantan a las afueras de la ciudad contemplando, desde la colina, un espectacular cuadro donde el mar de colores que dibuja Chauen queda enmarcado por el verde de las colinas que la rodean. Si quieres contemplar una preciosa puesta de sol ¡no puedes dejar de acercarte!
Mirador de la muralla
Si todavía tienes fuerza y te quedan ganas por seguir descubriendo la ciudad o buscas un lugar alternativo para ver la puesta de sol ¡una buena opción es subir al mirador de la muralla! Este se encuentra en la parte más alta de la ciudad. Desde allí podrás contemplar cómo el atardecer cae sobre la ciudad.
Akchour, una opción para los enamorados de la naturaleza
Situadas en las inmediaciones del Parque Nacional de Talassemtane las Cascadas de Akchour y su entorno han sido declaradas Reserva de la Biosfera por la UNESCO (2016) y ofrecen una experiencia única a los amantes de la naturaleza. Personalmente, si dispones de más de un día en la ciudad y te gusta la naturaleza, te recomiendo lanzarte a esta aventura. Akchour se encuentra a unos 40 minutos en coche de Chefchaouen, lo que significa que el taxi debería costaros entre 200 y 300 dírhams. Una vez allí tendrás opción de realizar distintas rutas, la de las cascadas y la del puente de Dios son las más conocidas.
La ruta de las cascadas es más bonita de ver, para mí uno de los grandes espectáculos que ofrece el país, aunque es la de mayor dificultad así que ¡tenlo en cuenta si al día siguiente quieres moverte! Este precioso camino transcurre de manera paralela al río Kella y su duración hasta llegar a las cascadas es de unas dos horas y media a ritmo constante ¡y luego hay que volver! Este consta de tres etapas. La primera te lleva hacia la Pequeña Cascada y es más llana, a partir de ahí aumenta la dificultad, pues el camino se hace más estrecho y empinado. La tercera etapa, con caminos algo más estrechos es la que te llevará a las cascadas, que con más de 70 metros dejan caer el agua cristalina sobre los verdes musgos y el barro petrificado sobre la roca. Una vez allí, dependiendo de la época del año ¡puedes aprovechar para darte un exquisito baño!
La segunda ruta, la del puente de Dios, si bien con una acusada pendiente, se hace en poco más de 1 hora. En esta caminarás en paralelo al río Farda. El paisaje también es muy bonito, y al final te espera el puente. Se trata de una construcción natural que se ha creado a partir de la erosión del río y, con una altura de más de 30 metros, conecta sus dos cañones.
Ambas rutas cuentan con señalizaciones claras de manera que, bajo mi opinión, ¡puedes hacerlas sin necesidad de un guía!